El Festival Coral Internacional de Medellín rinde homenaje con profunda gratitud y admiración al maestro escultor Hugo Zapata, quien falleció ayer dejando una impronta imborrable en el arte colombiano y en los corazones de quienes compartimos su sensibilidad. Su obra, profundamente ligada a la tierra, al tiempo y a la forma natural, fue también generosa con los caminos del arte colectivo, como lo fue el nuestro.
Durante tres ediciones del Festival, el maestro Zapata nos honró con su presencia y apoyo decidido. Donó algunas de sus esculturas, piezas únicas cargadas de memoria geológica y humanidad, que fueron subastadas para recaudar fondos destinados a fortalecer nuestros procesos artísticos y pedagógicos. Su gesto fue más que un acto de solidaridad: fue una declaración de amor al arte que vibra en comunidad, a las voces que se entrelazan en armonía coral, como las vetas que él revelaba en la piedra.
La obra de Hugo Zapata es una conversación silenciosa con la naturaleza. Sus esculturas, talladas en piedra, evocan ríos subterráneos, fósiles milenarios, ecos del tiempo. No es casual que encontrara afinidad con la música coral, donde también habita lo colectivo, lo milenario y lo invisible. Su arte, como el canto coral, trasciende lo individual para construir paisajes emocionales que tocan lo más profundo del ser.
Hoy, en el Festival Coral de Medellín, lo despedimos con un agradecimiento eterno. Porque supo ver en nosotros un eco de su propia búsqueda; porque creyó en la potencia del arte como forma de encuentro y transformación; porque su legado nos inspira a seguir tallando armonía en medio del caos.
Gracias, maestro Hugo Zapata. Su obra seguirá cantando con nosotros.